Homenaje a Oliverio Girondo y Norah Lange
Una casa con mucho pasado y poco presente
Está en Suipacha al 1400 · Allí vivieron y soñaron los dos escritores · Pero la casa sufre deterioros.
por Patricia Kolesnicov.
En las fotos está Pablo Neruda, está Raúl González Tuñón, está Olga Orozco, está Ulises Petit de Murat. En todos los recuerdos están los cuadros de Figari, la escalera por la que Norah Lange bajaba disfrazada, el espantapájaros que Oliverio Girondo metió en un carro fúnebre y sacó a pasear por la calle Florida en los años 20. Ayer pusieron una placa en la casa de Oliverio y Norah. Dirá que allí vivieron los dos escritores. No podrá decir todo lo que eso significó.
Un escritor irreverente
Oliverio Girondo fue un poeta de la vanguardia argentina, uno de los creadores de la famosa revista Martín Fierro, donde también estaba Jorge Luis Borges. Girondo era un escritor que trabajaba con el absurdo, con la alegría. Irreverente y cosmopolita, sus poemas están fechados indistintamente en Buenos Aires y en varias ciudades de Europa.
Oliverio Girondo era abogado, aunque nunca ejerció. Cuando aún era soltero compró la casa de Suipacha 1444 —la que ahora llevará la placa— y años después se mudó con él Norah Lange. Se casaron más tarde, en la Iglesia de Nicolás de Bari. Estuvieron solos con el cura: la familia tuvo que esperarlos en un bar cercano.
"Cada uno —cuenta ahora Nora Lange Kildal, sobrina de Oliverio y Norah— tenía su escritorio, en la planta alta. El de Oliverio era sobrio: tenía un escritorio enorme y una biblioteca. El de Norah era todo lo contrario: tenía muñecos, muchas fotos y hasta una camita. Allí cada uno escribía."
La casa de Suipacha fue famosa por sus tertulias y sus fiestas de toda la noche. Susana —otra sobrina— y Nora tratan ahora de reconstruir la lista de los que allí se reunían. "Estuvieron Marechal, Pettoruti, Mastronardi, Scalabrini Ortiz, Conrado Nalé Roxlo, Enrique Molina, Madariaga, Gómez de la Serna, Molinari, Raúl Gustavo Aguirre. Lo vimos muchas veces a Rafael Alberti, incluso les hizo un cuadro."
"Las fiestas —cuenta Susana— empezaban a eso de las 9 y seguían hasta cualquier hora. A veces Norah se disfrazaba y bajaba la escalera tocando el acordeón. Otras veces, Olga Orozco se ponía a cantar tangos. Borges ''atrapaba'' a alguien y se lo llevaba a conversar a un rincón."
El poeta Rodolfo Alonso era un joven en los ''50. "A veces —dijo a Clarín— Oliverio nos recibía en su casa. El estaba por publicar En la masmédula, su obra más importante. Tenía conciencia de la importancia de ese libro y estaba ansioso; le preocupaba saber si estaba bien logrado."
Ya grande, Girondo tuvo un accidente y quedó con problemas físicos. "En mi cabeza —dice Alonso— llevo una imagen. En una silla antigua, alta, de madera negra, estaba sentado Oliverio, muy bajoneado. Detrás, parado, Francisco Madariaga, como un custodio, como esos gauchos que cuidaban al caudillo. Me pareció estar viendo un daguerrotipo antiguo."
En 1967 Oliverio murió y poco después, Norah vendió la casa, que ahora pertenece a la Ciudad de Buenos Aires y al Museo Fernández Blanco. Cuando, el año pasado, la Ciudad creó su Casa de la Poesía (y la creó sin sede) empezó a rondar la idea de poner la institución en la casa del poeta. Se hizo, entonces, una evaluación económica para saber cuánto costaría dejarla en condiciones. El número fue demasiado alto: 200.000 pesos.
Ahora, la planta baja de la casa se usa para asuntos administrativos del Museo. En el resto, llueve y se caen los cielos rasos. En el frente se ve una rajadura. "El patrimonio —dice Mario Corcuera Ibáñez, director del Museo Fernández Blanco— es más que los ladrillos. Esa casa fue muy activa en la cultura de la época. Yo quisiera poner ahí la Casa de la Poesía, pero..."
Sobre esos ladrillos rajados, ayer a las 11.30 se colocó una placa, un homenaje de la Legislatura porteña, por un proyecto del diputado Fernando Finvarb. Es la casa de un hombre que no esperaba homenajes: "Yo no tengo, ni deseo tener —dijo— sangre de estatua".
Miércoles 5 de julio de 2000. © Copyright Clarín.
