El mundo según Giannuzzi

Entrevista a 

por Carlos Gazzera.


Pocos críticos han definido la poesía de Joaquín O. Giannuzzi como el propio Giannuzzi, ya sea desde su fuente de emergencia, o bien desde su perspectiva metodológica. “Yo creo que el poema suele provenir de un impacto, de un estado agudo de la sensibilidad”. Pero para lograrlo es necesario saber que Giannuzzi llama el camino directo de la expresión a aquel procedimiento de escritura surgido al calor de su paso por el periodismo, donde “uno pone la vista sobre el objeto y la visión es directa, no hay vueltas para llegar a él. Ese es el procedimiento periodístico que yo quise aplicar a la poesía. Esta expresión directa es para mí el camino más corto, el vehículo expresivo más breve”.
Cada poema de Giannuzzi produce en el lector un efecto difícil de precisar. Quizá, si lo leyéramos en clave de ficción, diríamos que se trata de un objetivismo extremo, pero en el pacto lírico, la perspectiva asumida por el poeta aturde: “Mi cara de este año en la fotografía, / hachazos caídos sobre un primer plano devastador / que el fraude del vidrio protege del polvo. / (...) Realmente, ¿estoy viviendo en esta superficie? / Lo verdadero de la apariencia / se separa en los tristes ojos declinantes / que intentan vanamente un relación emociona / desde el mundo a la mente bloqueada”.
Esta edición de su Obra poética es un verdadero acto de justicia con el autor y el público ya que reúne, en un solo tomo, prácticamente toda la producción de Giannuzzi. Y no es poca cosa que el lector de poesías pueda acceder a una obra poética donde se incluyen todos los libros publicados: Nuestros días mortales (1958), Contemporáneo del mundo (1962), Las condiciones de la época (1967), Señales de una causa personal (1977), Principios de incertidumbre (1980), Violín obligado (1984), Cabeza final (1991), a los que se le agrega Apuestas en lo oscuro, inédito en forma de libro y fechado en el 2000.
Catalogado como miembro de la generación poética del ‘50, Giannuzzi escapa a todo encasillamiento con la fuerza propia de aquellos cuya creación excede los modelos. Tras las —relativamente recientes— desapariciones de Edgar Bayley, Roberto Juarroz, Olga Orozco y Amelia Biagioni, Joaquín Giannuzzi integra junto a Leónidas Lamborghini y Juan Gelman el triángulo de poetas vivos de mayor prestigio de la literatura argentina. Lugar, sin duda, al que no ha accedido por capricho de la crítica o el exceso en la publicación de versos.
El alto lugar que ocupa su voz poética es el resultado de una vida dedicada a expresar verso a verso el mundo, su mundo. Su poesía es eso: una lente capaz de volver el tedio de lo cotidiano un prisma desde dónde ver lo profundo del alma humana: “Lunes con un montón de poesía inconclusa / y un racimo de uvas en plena caída. / Hoy nada ocurrirá fuera de aquí; / hay un embrollo abajo cuya finalidad no alcanzo; / en el centro de la multitud la vida / se ha hecho un juego donde es peligroso entrar. (...) Vomito por la ventana hacia el campo social, / contribuyo a la confusión, demoro el desenlace; / nunca me hubiera creído una existencia tan disolvente”.

Viernes 23 de febrero de 2001. © Copyright La voz del interior.

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