Extinción: Ultimas imágenes del trabajo en la Argentina

El desaparecido de la democracia

Extinción: Ultimas imágenes del trabajo en la Argentina, el estremecedor libro editado por Norma que reúne fotos de Dani Yako y textos de Martín Caparrós.

por Mario Wainfeld.

Es un libro bello, sí. Pero es un libro duro y oscuro, como la realidad que pinta. Su autor primero, nos sugiere la edición, es el fotógrafo Dani Yako. El hombre que dedicó diez años a retratar con su Leica el fin de una época, a lo largo y a lo ancho del país. Qué decir de sus estremecedoras fotos. Nada: señores, las fotos hay que verlas. Martín Caparrós les pone textos a las imágenes de Yako. Y cómo.
El tema es el trabajo, “un desaparecido del proceso democrático”, dice Caparrós por ahí. Es decir, el trabajo como bien raro y como objeto del deseo, en la Argentina devastada de hoy. Como más allá se agrega: “Ahora los talleres están vacíos, abandonados, y siguen siendo la catedral, la puesta en escena de algo: de un pasado. Es raro, ya no queda nada pero todo sigue siendo tan grandioso como la idea que lo creó: la estética de un tiempo que pensaba que la ética era su estética, que la belleza estaba en la producción, cierta igualdad, servicios para todos. Es notable la fealdad aparente, en términos actuales de sus resultados –el monoblock, los delantales, la vajilla de plástico– me sigue impresionando que no les importaran esas banalidades, que creyeran que sabían algo más, que no precisaran detenerse en tonterías como la belleza de una línea”.
La cita alude a los talleres del ferrocarril, pero, a su vez, habla del estado providencia, de la Argentina, del pasado que tal vez en su momento no supimos valorar, pero que ahora solemos añorar, ligado a cierta pelea por la dignidad y la igualdad, centrado en la existencia de trabajo. Trabajos exigentes, por lo común deshumanizantes. No es cuestión de idealizar: el trabajo es el yugo, el castigo bíblico, pero –y ésta es acaso la tesis central de un libro que da ganas de leer y mirar, y releer y remirar, una y otra vez– “sólo había una cosa más dura que el trabajo: la falta de trabajo”.
Yako fotografió los lugares, las gentes, las cosas. Lugares y trabajos diversos: Río Turbio, el negro del carbón, las caras tiznadas. Las salinas de Santiago del Estero. Ushuauaia y las fábricas de la promoción industrial, la pesca en Mar del Plata, el azúcar en Tucumán, la papa en Balcarce y ainda mais. “La denuncia nunca es mi intención. Lo que me interesa es ofrecer preguntas, más que dar respuestas”, declaró a Radar cuando exhibió algunas de estas fotos. Cada laburo remite a una historia, a ciertas prácticas, a pequeños relatos de vida. El frigorífico Yaguané se entronca en el relato con “El Matadero” de Echeverría. Tucumán con la casita de los textos escolares y la saga triunfante de Palito Ortega. Los trenes con el tramado puertocéntrico y también con el histórico “ramal que para, ramal que cierra”. Cada texto es un mundo, un ensayo, como que varios fueron publicados por la libre en su momento, pero todos juntos configuran una bella tesis sobre el trabajo y sobre la ausencia del trabajo.
Los trabajos son duros, cuentan las letras y las fotos. Los paisajes no son especialmente gratos de mirar; las máquinas son feas. La vida del laburante es monótona, a veces ni sexo hay, ni un fulbito los domingos. Pero el trabajo estructura la vida, calma los nervios, enraiza a los seres humanos. La Argentina es un país variado, de extrañas geografías, atravesado por numerosas migraciones externas e internas. En Tierra del Fuego todos son migrantes de otros pagos. Nadie mejor que un santiagueño, explica un patrón chacarero, para recoger papa en Balcarce. En Río Turbio ni qué hablar: “En Río Turbio no nace casi nadie, algunos pocos mueren. Los mineros no suelen hacer hijos. O los hacen a miles de kilómetros de la mina”. Hombres y mujeres viajan miles de kilómetros para laburar mucho, por poca guita, dedicando casi todo su tiempo y, ya se dijo, incluso buena parte de su líbido.
Algunos créditos describen que el material, fotos y textos que glosa la bella edición de Extinción se fueron juntando por años, durante la última década del siglo veinte. Sin embargo, de algún modo, todo el libro parece haber sido escrito para terminar de redondear la sensación colectiva que parece dominar estas pampas en las vísperas del default. La Argentina pegó en el poste y salió. Algo nos pasó, algo nos afanaron, estuvimos a un tris de llegar a ser algo: una nación, una comunidad, no de ser iguales y de reconocida dignidad, pero sí de pelear en cierta paridad por ello. Eso se cuenta en imágenes que este crítico no comentará porque son muy superiores a su limitado lenguaje y la prosa de Caparrós es tan elocuente como para dar, a veces, blanca envidia.
Hubo una época en que el trabajo era importante, pero –refiere algún imaginario– para saber conquistar a la gran masa del pueblo había que combatir al capital. Ahora muchos individuos pujan apenas para ser explotados. Todo eso, en fotos y en palabras, está en Extinción... Se ve que Yako y Caparrós laburaron.

© 2001, Página/12.

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