H. Bustos Domecq

Reseña

Transcribimos a continuación la silueta de la educadora, señorita Adelma Badoglio:
«El doctor Honorio Bustos Domecq nació en la localidad de Pujato (provincia de Santa Fe), en el año 1893. Después de interesantes estudios primarios, se trasladó con toda su familia a la Chicago argentina. En 1907, las columnas de la prensa de Rosario acogían las primeras producciones de aquel modesto amigo de las musas, sin sospechar acaso su edad. De aquella época son las composiciones: Vanitas, Los Adelantos del Progreso, La Patria Azul y Blanca, A Ella, Nocturnos. En 1915 leyó ante una selecta concurrencia, en el Centro Balear, su Oda a la «Elegía a la muerte de su padre», de Jorge Manrique, proeza que le valiera una notoriedad ruidosa pero efímera. Ese mismo año publicó: ¡Ciudadano!, obra de vuelo sostenido, desgraciadamente afeada por ciertos galicismos, imputables a la juventud del autor y a las pocas luces de la época. En 1919 lanza Fata Morgana, fina obrilla de circunstancias, cuyos cantos finales ya anuncian al vigoroso prosista de ¡Hablemos con más propiedad! (1932) y de Entre libros y papeles (1934). Durante la intervención de Labruna fue nombrado, primero, Inspector de enseñanza, y después Defensor de pobres. Lejos de las blanduras del hogar, el áspero contacto de la realidad le dio esa experiencia que es tal vez la más alta enseñanza de su obra. Entre sus libros citaremos: El Congreso Eucarístico: órgano de la propaganda argentina; Vida y muerte de don Chicho Grande; ¡Ya sé leer! (aprobado por la Inspección de Enseñanza de la ciudad de Rosario); El aporte santafecino a los Ejércitos de la Independencia; Astros nuevos: Azorín, Gabriel Miró, Bontempelli. Sus cuentos policiales descubren una veta nueva del fecundo polígrafo: en ellos quiere combatir el frío intelectualismo en que han sumido este género Sir Conan Doyle, Ottolenghi, etc. Los cuentos de Pujato, como cariñosamente los llama el autor, no son la filigrana de un bizantino encerrado en la torre de marfil; son la voz de un contemporáneo, atento a los latidos humanos y que derrama a vuela pluma los raudales de su verdad. »

 

 

Honorio Bustos Domecq (seudónimo de Jorge Luis Borges-Adolfo Bioy Casares) nació en Pujato, en 1893. Como en aquellos países que fueron su cuna, el policial tampoco desconoció en Argentina el uso del seudónimo; antes bien, ese uso afloró ya en sus mismísimos orígenes con aquel Raúl Waleis, que encubría al conspicuo jurista Luis Y. Varela, y ha de extenderse a lo largo de toda su historia, con casos paradigmáticos, como el de Eduardo Goligorsky, que utilizó para sus relatos policiales no menos de una decena de ellos. Y para sólo referimos a los escritores incluidos en esta antología, recordemos los seudónimos de Vicente Rossi, William Wilson; Leonardo Castellani, Jerónimo del Rey; Rodolfo Walsh, Daniel Hernández; Isaac Aisemberg, W. I. Eisen, y el de referencia, que amparó al tándem más famoso de nuestras letras.

Dicho por el mismo Borges: "Yo había inventado algo que pensamos podía convertirse en un buen argumento para una novela policial. Se lo comenté a Bioy y unos días después él me dijo que teníamos que intentar algo con ese material. Yo no estaba demasiado convencido, pero nos pusimos a trabajar, nos entusiasmamos, y casi en seguida hizo su aparición un tercer hombre, que pasó a dominar la situación; su nombre era Honorio Bustos Domecq. A la larga, este personaje terminó por no parecérsenos en nada y luego a dominarnos con mano firme, imponiéndonos su propio estilo literario. [...] Domecq era el apellido de un bisabuelo de Bioy, y Bustos el de un bisabuelo mío en Córdoba. El primer libro de Bustos Domecq fue 'Seis problemas para don Isidro Parodi' (1942), y durante la confección de la obra nunca se nos fue de las manos. Max Carrados había logrado crear un detective ciego; Bioy y yo fuimos un poco más lejos y encerramos a nuestro detective en la celda de una prisión. El libro constituía al mismo tiempo una sátira de la Argentina. Por muchos años la doble identidad de Bustos Domecq no fue revelada. Cuando finalmente lo hicimos, la gente pensó que, puesto que Bustos era una broma, sus obras difícilmente podrían tomarse en serio."

De la copiosa labor conjunta de Borges con otros escritores, sin ninguna duda la más fructífera ha sido aquella que realizó junto con Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, 1914), y sí de ella hubiese que elegir un texto, pocos dudarían en señalar los Seis problemas para don Isidro Parodi, que incluye "Las noches de Goliadkin", aparecido en Sur, año 12, número 90, mar. 1942, págs. 34-50. (Si tomamos la edición 1979 de sus Obras completas en colaboración, podemos comprobar que la mitad del volumen lo ocupan las obras de H. Bustos Domecq y la de B. Suárez Lynch, Un modelo para la muerte, prologada por ese mismo Honorio de los pagos de Pujato, autor, además de los Seis..., de: Dos fantasías memorables, 1946; Crónicas de Bustos Domecq, 1967; Nuevas crónicas de Bustos Domecq, 1977.)
Ante los varios y variados comentarios que críticos y estudiosos han desgranado acerca de este peculiar personaje y su obra, optamos por transcribir uno "histórico". Puede leerse en la noticia con que Rodolfo Walsh precede los textos de la primera antología del género a orillas del Plata.
"Seis problemas para don Isidro Parodi tenía el doble mérito de reunir una serie de plausibles argumentos, y de incorporar al vasto repertorio del género un personaje singular: un 'detective' preso, cuyo encierro involuntario -y al parecer inmerecido.- ponía de relieve la creciente tendencia de los autores policiales a imponerse un afortunado rigor y una severa limitación de los medios al alcance del investigador. Forzosamente despreocupado de indicios materiales y demás accesorios de las pesquisas corrientes, Parodi representa el triunfo de la pura inteligencia."


 

Obras Destacadas

Seis problemas para don Isidro Parodi (1942).

Dos fantasías memorables (1946).

Crónicas de Bustos Domecq (1967).


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